Unidad Sociológica

ISSN 2362-1850. Publicación cuatrimestral.

Año 5, N° 21. Febrero 2021-Mayo 2021.

Desafíos y dilemas de las democracias contemporáneas: pluralismo, neoliberalismo y alteridad

Grupo de lectura sobre análisis sociológicos clásicos y contemporáneos (GLASCyC)

«El neoliberalismo no tiene una imagen de una sociedad emancipada sino una sociedad de individuos competentes y competitivos.» Entrevista a Emiliano Gambarotta

 

Por Ignacio Rullansky

EIDAES-CONICET

 

Juan José Martínez Olguín

UNSAM-CONICET

 

Ingresos a este artículo: 9 veces.

 

Emiliano Gambarotta es Doctor en Ciencias Sociales, Magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural, investigador adjunto del CONICET con lugar de trabajo en la Escuela IDAES, de la Universidad Nacional de San Martín dentro del Centro de Estudios Sociopolíticos.

 

 

En tus últimos trabajos hablás de "socialismo democrático". ¿Cómo definirías el concepto o proyecto de socialismo democrático? A la luz de las experiencias de los socialismos realmente existentes, ¿en qué consiste la fortaleza de la categoría de socialismo para pensar el presente? Es decir, ¿cómo se fundamenta la persistencia de la tradición socialista (como tradición de pensamiento, política, pero también crítica) para pensar las democracias hoy?

 

Me parece que la característica central es una que se esboza, por ejemplo, sin agotarse en los trabajos de Polanyi de la década del 30 y del 40, en los cuales él vuelve a señalar una cuestión que creo que en la actualidad ha quedado un poco disuelta, que es la tensión última, la incompatibilidad última, mejor dicho, entre democracia y capitalismo, y la noción que nosotros tendemos a utilizar actualmente de democracia con énfasis en ideas de pluralismo, etcétera, etcétera, con las que por supuesto concuerdo, porque ese es el carácter democrático del socialismo que se plantea como concepto.

Esa concepción de democracia tiende a no preocuparse o no poner sobre el tapete no sólo las tensiones o los roces que puede haber entre democracia y capitalismo (porque tensiones, roces, es una lógica de lo social que uno no aspiraría a erradicar) pero sí lo que yo llamaría la incompatibilidad última entre el principio democrático y la lógica relacional propia de la democracia y el principio capitalista y la lógica mercantil como lógica relacional básica de las sociedades capitalistas.

Esa noción o esa tensión me interesa volverla a poner en primer plano, en este caso no con un capitalismo del estilo de los 40, 50, 60, como el que podría haber pensado en su momento Polanski, sino como un capitalismo neoliberal que tiene no sólo un conjunto de transformaciones económicas muy profundas, ligadas a la financiación de la economía, a la desnacionalización de la economía, etcétera, sino en las cosas que yo trabajo específicamente: un conjunto de transformaciones de la cultura política que son justamente las que me parece que alteran una forma de sociabilidad que pueda avanzar en una dirección democrática.

Entonces, en ese sentido, la profundización de la democracia, la radicalización de la democracia, por utilizar un término común, es desde mi punto de vista necesariamente anticapitalista o por lo menos no capitalista, y tiene que combatir al capital y trastocar la lógica del capitalismo en distintas esferas sociales y en la manera de tejer el lazo social. Un concepto de democracia que deje eso de lado a mí me parece que es, no ciego, pero sí tuerto, digamos.

¿En qué consiste la fortaleza en la categoría socialismo para pensar el presente, a la luz de las experiencias de los socialismos realmente existentes? Su fortaleza estaría justamente en dar cuenta de esa dimensión no capitalista que otras concepciones del concepto de democracia en boga dejan de lado y desde mi punto de vista ahí hay, insisto, un punto ciego de cierta manera de pensar la democracia que no necesariamente la torna formalista en el sentido más tradicional del término pero que sí la aleja de pensar cuáles son los desafíos para la democracia que una sociabilidad capitalista genera.

Por supuesto eso no deja de diferenciar la categoría socialismo democrático tanto de los socialismos realmente existentes del siglo XX, por decirlo de alguna manera, del siglo XX del corto siglo XX de Hobsbawm, en el sentido que justamente se enfatiza la categoría democrática y esos socialismos realmente existentes. Si es que fueron socialismos sin duda no fueron democráticos. Lefortianamente, pueden ser caracterizados como totalitarios o tendencialmente totalitarios. Entonces la diferencia fundamental estaría en mantener en el centro un principio democrático que en una sociedad capitalista sólo efectivamente puede ser concretado desarticulando las relaciones sociales capitalistas. Esa sería la potencia y la singularidad en relación con los llamados socialismos del siglo XXI.

La cuestión es más compleja por supuesto pero pondría el énfasis en que la concepción del socialismo que yo planteo no es una concepción estado-céntrica creo que ese es uno de los puntos fundamentales que dieron lugar a los problemas de las distintas socialismos realmente existentes del siglo XX y XXI y por eso me parece que es relevante pensar una concepción de lo público en donde el Estado tenga un papel, pero no identifiquemos lo público con lo estatal. Es un problema para las tradiciones socialistas, para la cultura socialista y en general para la cultura anticapitalista, que pareciese sólo poder pensar la desarticulación del capitalismo a partir del avance del Estado, y yo lo pensaría a partir de un avance de lo público no necesariamente estatal.

El ejemplo que yo di siempre de esto es la existencia de lo que nosotros seguimos llamando ONG que es un nombre más bien malo y que se llamaría APNE (Asociaciones Públicas No Estatales) como son en la Argentina los clubes de barrio en donde muchos adolescentes tuvieron su formación deportiva pero también, espacios de sociabilidad súper importantes en su infancia, adolescencia, etcétera. Incluso hoy son espacios importantes de sociabilidad para personas adultas. Son espacios públicos no estatales y justamente allí hay formas de construcción de un lazo social no capitalista: se puede pagar una cuota pero claramente uno no está pagando el equivalente a las cosas que está usando ni al conjunto de tramas sociales que hay allí y que y cuya participación implica una forma relacional distinta a la del capitalismo en ese sentido.

¿Cómo se fundamenta la persistencia de la tradición socialista para pensar las democracias hoy? La persistencia de la tradición es con distintos vaivenes. Ha estado por lo menos en la Argentina desde la transición a la democracia en los 80, digo el club de cultura socialista, sin ir más lejos, y distintas formas de autorganización y de referencia a la noción de socialismo, o si se quiere social democracia, en algún momento, como forma de tradición. Me parece que el socialismo tiene hoy, sobre todo el socialismo democrático o a la democracia socialista (para mí, son términos reversibles y complementarios) una nueva presencia.

Una de cuyas expresiones tal vez la más conocida, no necesariamente lo más importante, es el movimiento de Bernie Sanders en Estados Unidos y lo que eso implica como desafío obviamente al Partido Republicano y a cierta lógica de negocios, pero también al establishment del Partido Demócrata. en su momento hace ya unos cuantos años o sea, ya seis años por lo menos, expresado en el enfrentamiento entre Hillary Clinton y Bernie Sanders en las internas de Estados Unidos, tal vez incluso más que en el enfrentamiento Biden-Sanders en las últimas internas de los Estados Unidos para la presidencia, sobre todo en ese enfrentamiento que uno podría caracterizar como un enfrentamiento entre un conjunto de propuestas de socialismo democrático democracia socialista y de lo que con Wendy Brown puede llamarse un neoliberalismo de izquierdas o un neoliberalismo progresista.

Me refiero a la idea de cómo ciertas imágenes e ideas del neoliberalismo han sido aceptadas por lo que tradicionalmente eran las expresiones de partidos de izquierda, o de aquellos partidos que expresaban lógicas colectivas y públicas de protección de la sociedad frente a la lógica del mercado. Un ejemplo es el Partido Demócrata en los Estados Unidos, el partido laborista en Inglaterra y el peronismo, el PJ o los distintos frentes del peronismo, en Argentina en los 90, y un quiebre de esos partidos hacia la aceptación de lógicas neoliberales con Bill Clinton en los Estados Unidos, Tony Blair en Inglaterra y el menemismo en la Argentina.

Es frente a eso que cabe recuperar o re enfatizar la dimensión socialista justamente en contra de un progresismo que puede ser progresista culturalmente en un sentido, pero que acepta al capitalismo como lógica última de articulación de las relaciones sociales económicas. Hay distintos trabajos que permiten pensar el avance de la lógica mercantil sobre un conjunto de relaciones sociales que no implica necesariamente que adopten la forma de una transacción económica. Eso ya sería otro tema. La dimensión crítica señala cómo aún cuando vivamos en una sociedad democrática, en términos de que hay elecciones, sólo significa que las relaciones sociales o la sociabilidad configurada que configura nuestra vida cotidiana sea de carácter democrático. La dimensión crítica apunta a volver a poner en el centro una crítica de formas de relación social capitalistas que alteran el núcleo básico.

Uno de los núcleos básicos de las lógicas democráticas básicamente a partir de la disrupción, la cancelación de la posibilidad de la igualdad fundamental que es propia de las sociedades democráticas así como de la posibilidad de una libertad igual para todos junto con lo que yo llamaría la posibilidad de una articulación pública, cuando las lógicas de una configuración pública adquieren configuraciones privadas.

Rancière no trabaja esto al plantear la diferencia o el cambio cualitativo que hay en la relación salarial cuando deja hacer un contrato entre dos individuos privados para hacer un contrato entre dos individuos mediado por una lógica de lo público. Con esa mediación de la lógica, lo público, el contrato, sigue siendo entre individuos pero ya no entre individuos privados de lo público, se podría decir con Arendt, sino entre individuos mediados por la lógica de lo público, cuya consecuencia es al menos una parcial desmercantilización de la fuerza de trabajo por decirlo en los términos clásicos del marxismo, en tanto que el precio de esa fuerza de trabajo, el salario ya no fijado únicamente por la ley de la oferta y la demanda sino también por un conjunto de lógicas públicas sea por intervención meramente asociaciones públicas no estatales como los sindicatos sea por la intervención directa del Estado.

 

¿Qué diálogos establecés en tu investigación sobre el neoliberalismo y la democracia con los escritos de Wendy Brown? ¿Qué aspectos rescatas de su posición y cuáles son los elementos que te resultan menos convincentes?

 

En general, la práctica Wendy Brown me parece súper interesante por una multiplicidad de motivos. Eso no quita que me distancie en aspectos centrales de su perspectiva, lo cual, para mí es una manera de pensar. Ese es el primer elemento de una conversación: poder marcar una cierta diferencia, poder pensar las propias particularidades. Eso es también una manera de producir elementos nuevos, no meramente por la novedad sino justamente por lo que eso, la diferencia de perspectivas, puede aportar a esta discusión. Después el dependentismo teórico de Latinoamérica, lleva a que uno lee autores del hemisferio norte y que los autores del hemisferio sur seamos menos leídos. Eso ya es harina de otro costal.

Entonces, un primer punto es que para mí la noción de gubernamentalidad, si bien interesante es limitada, en lo que para mí es una preocupación central que son las transformaciones culturales y cómo esas transformaciones culturales impactan en la configuración del lazo, social o de la sociabilidad de la vida cotidiana, y ahí lo que muestro es que más que ser un teórico político, que es una disciplina que leo con relativo interés, pero en la cual no me identifico, mi pensamiento es siempre el de un sociólogo de la cultura o un sociólogo de la cultura política. Si se quiere ser más específicos y si quieren decirlo de una manera ya pomposa, un crítico de la cultura política y ahí hay ya una primera diferencia con la noción de gubernamentalidad, que en general es una noción, no tanto en los trabajos de Foucault por la especificidad, pero es cierto, que tampoco los ha desarrollado en todos sus alcances, digo por la especificidad histórica que busca documentos en donde efectivamente los documentos que consiguen pueden ser toda índole, pero son documentos muchas veces con cierto carácter estatal u oficial, porque son efectivamente los que se guardan como documentos, es un poco las críticas que también Carlo Ginzburg, le hace a Foucault. No estoy diciendo nada nuevo en ese sentido. En el caso de la gubernamentalidad, lo que pasa es que se ve mucho la lógica de las pretensiones de cómo el Estado gobernaría la sociedad, pero no necesariamente que esa gobernanza de la sociedad sea efectivamente así concretada en casos extremos, pueda acontecer en caso de la cuarentena, no solo lo estoy pensando en la reciente pandemia, sino también en la manera en que se abre la verdad y la forma jurídica, por ejemplo.

En ese tipo de trabajo, en ese tipo de casos, uno puede encontrar una gobernabilidad que sigue más precisamente la normatividad de la ley que en otros casos, sobre todo más de vida cotidiana de situaciones no extremas. Es más difícil pensar que efectivamente esa gubernamentalidad se plasma de esa manera, en la forma en que los gobernados, sean estos quienes fueren, se comportan en su vida cotidiana. Habría un montón de lógicas gubernamentales que se cumplimentarían les digo en situaciones cotidianas tontas, pero uno podría pensar que eso, pero uno puede pensar que eso también se traslada a conflictos a niveles más macro o más no sé si macro es el término más centrales para el comportamiento de para la configuración de la sociedad.

Entonces, por un lado, me parece que la perspectiva de la gubernamentalidad era en general, se nos permitía que va muy desde arriba y que piensa un poco lo que se propone como razón de estado antes que lo que efectivamente acontece en las prácticas de gobierno y autogobierno cotidianos, entonces ahí para mí hay un principio de distanciamiento y eso se acarrea en parte con la perspectiva de Wendy Brown, sobre todo en el libro Undoing the demos, traducido al castellano como El pueblo sin atributos, en donde para mí más claramente se visibiliza esa tensión que implica una economización de las relaciones sociales, me parece que hay también hay un problema.

Hay una manera de pensar la economización que después Brown la vincula a un tipo particular de racionalidad. Esa racionalidad se extiende al conjunto de las esferas sociales, un poco a imagen y semejanza del clásico planteo weberiano sobre el proceso de racionalización instrumental, entonces ahí hay una serie de problemas a ser pensados creo que el programa fundamental de eso es no solo que es muy de arriba, sino que no termina de caracterizar claramente cuáles serían las lógicas propias del neoliberalismo que se extenderían a otras esferas sociales. Insisto en eso.

Me parece que si solo no pensáramos en la posibilidad o no de monetizar las relaciones sociales de volver todo una mercancía ser comprada y vendida tendríamos elementos pero no todos los elementos de ese avance neoliberalismo es eso es la monetización de un montón de aspectos de la vida que no estaban monetizados. Pero también es otro conjunto de lógicas acerca de cómo hemos de relacionarnos: de cómo hemos de entender el lazo social, en definitiva, es también una cosmovisión desde de la cual se teje lo social, incluyendo los elementos monetizantes de esa relación. Eso a mí me lleva a tener una aproximación distinta a la relación entre lo que llamaría la cultura neoliberal o el espíritu del neoliberalismo, para enfatizar esa dimensión cultural y la cultura autoritaria no autoritaria, o si ustedes quieren, de autoritarismos formalmente democráticos, en tanto que son figuras del autoritarismo que tienen uno de sus rasgos.

Y que lo separan de autoritarismos del siglo XX, por lo menos en que no se expresan en contra del principio democrático de que al gobierno debe acceder aquel que gana las elecciones. No estoy diciendo que la democracia se agote ahí, pero lo propio de figuras como Trump, Bolsonaro, etcétera, es que ninguna niega el lugar de las elecciones para determinar el gobierno. Por supuesto, lo que O’Donnell llamaría los estados burocrático autoritarios, sí lo hacían. Es decir, las dictaduras burocrático autoritarias de la Argentina, de Brasil, de Uruguay, no pensaban que había que llegar al gobierno a través de las elecciones. No eran militares que se presentaban que cancelaban las elecciones que cerraban el poder legislativo, etcétera en este caso, estas formas de autoritarismo, intentan generar fraude en las elecciones, pero así como la hipocresía es el reconocimiento del vicio, será virtud. Uno podría decir sobre el fraude electoral que es el reconocimiento de los antidemocráticos o de los de las actitudes antidemocráticas hacia el principio plebiscitario democrático, como fuente de legitimidad del ejercicio del poder. Entonces, la legitimidad de acceso o de origen sigue siendo vigente aún para gobiernos, claramente autoritarios y que pretenden erradicar el principio democrático: sigue siendo aún así con las elecciones pues, cuando las pierden, por lo menos, por el momento, se van.

Digo esto para señalar porqué no hablaría tan claramente de autoritarismo neo populista, que me parece que es una categoría compleja o por lo menos que traen complejidades. A partir de esto entonces, ¿en qué me diferencia con Brown? En que me parece que Wendy Brown, aún cuando en En las ruinas del neoliberalismo y en otros trabajos empiece a adoptar una perspectiva distinta a la de la gubernamentalidad más pura, sigue teniendo un procedimiento que se ejerce desde arriba. El argumento de ella es básicamente el de cómo podemos encontrar, por ejemplo en la obra de Hayek, elementos que señalan cómo el neoliberalismo siempre tuvo una determinada configuración moral específica que a una determinada configuración moral, para no ser redundante, que como tal, es lo que estamos viendo hoy, no es lo que se llama la esfera individual. La protección de la esfera individual etcétera. Ese tipo de concepciones pueden ser una lectura correcta e interesante sugestiva de la obra de Hayek, uno podría volver a Adam Smith, y como Adam Smith era también un profesor de moral y escribía textos sobre moral, aún cuando La riqueza de las naciones es hasta cierto punto un texto también sobre moral, entonces no habría ahí algo nuevo en este tipo de lectura.

Pero si bien es interesante el planteo de Wendy Brown, la idea de que porque Hayek lo escribió se realizó efectivamente así el neoliberalismo realmente existente, por jugar con esta categoría, equivaldría a que Hayek escribió en sus libros. Lo cual obviamente de que para mí no es así. Pero por lo menos debería ser demostrado. Y Wendy Brown no lo demuestra en ningún momento. Entonces transforma, lo que para mí es un problema de la sociología de la cultura, acerca de cómo un conjunto de visiones y divisiones del mundo social de cosmovisiones se tornan predominantes en un determinado contexto histórico torna, ese problema de sociología de la cultura, en un problema de historia las ideas de quienes hablaron sobre ciertos temas asumiendo una efectividad enorme entre las ideas plasmadas en libros y las prácticas sociales. Aquellas ideas que fueron plasmadas en un libro casi inmediatamente sin mediaciones trastocan la manera en que nos relacionamos. Ese intelectualismo, ese idealismo intelectualista, es lo que a mí me aleja de Wendy Brown y por eso me lleva a pensar de una manera distinta la relación entre neoliberalismo y autoritarismo formalmente democrático.

Mi punto de partida es que son dos cosmovisiones distintas. Eso implica también una diferencia con la perspectiva de Wendy Brown, porque para Wendy Brown si todo está en Hayek, si todo es parte de la moral neoliberal, entonces neoliberalismo y neo-autoritarismo son partes de un Frankenstein, como ella señala, pero configuré yo en una única unidad. Para mí son visiones distintas que tienen elementos que permiten articular ambas, que funcionan como bisagras entre los dos elementos, como puntos de pivot para utilizar una terminología merleauapontiana y que permite que configuren una específica constelación para utilizar una terminología frankfurtiana que es propia del presente, que no es obligatoriamente así, pero que es propia del presente. Esto lo que implica también es indagar las diferencias que en una perspectiva entre neoliberalismo y neoliberalismo, que en una perspectiva como la de Wendy Brown quedan opacadas, y eso también me parece problemático.

Uno de los elementos que permiten su articulación o la bisagra entre ambos elementos es una particular concepción de la libertad, o si se quiere para ser más específicos, la percepción de la libertad que el neoliberalismo tiene por su lado y el neoliberalismo tiene por el suyo. No voy a entrar en el detalle de esto, yo he escrito sobre el tema en el libro La pandemia como acontecimiento político, ahí se podría encontrar el detalle. Para decirlo en su núcleo muy fundamental, en ambos casos hay una tendencia a la abstracción del lugar de la sociedad en esa libertad. La libertad neoliberal es una libertad del individuo abstraído de su relación con otros individuos y con la sociedad como un todo, la libertad autoritaria es una libertad del colectivo, de la personalidad colectiva por utilizar la tecnología de Richard Sennett, abstraída de sus relaciones con el conjunto de la sociedad o el resto de la sociedad. En los dos casos lo que pasa es una forma de aislamiento que hace de la presencia de lo social el enemigo.

Ahí Wendy Brown efectivamente lo plantea, pero para mí lo plantea de una manera limitada por momentos, que justamente es pensar la presencia de lo social como el enemigo, en el caso del neoliberalismo tal vez de una manera más clara, porque entonces lo social sería siempre los elementos que intervienen acotando la libertad del individuo, que es justamente una libertad dada por la no intervención, lo que erróneamente se suele llamar una libertad negativa, es otra discusión esto.

Mientras que en el neoliberalismo se trataría de una libertad de aquellos que pueden permanecer en una identidad que no es perturbada por la existencia de otro cuya sola existencia ya relativiza la propia identidad.  Tal vez en el caso del neoliberalismo sea la expresión última de la lógica identificante, en el sentido en que Adorno utiliza el término, no para pensar una lógica conceptual o cognoscitiva como en general Adorno la trabaja, sino para pensar una lógica de configuración de la subjetividad política. Estamos ante una identidad que se cierra sobre sí mismo y para cual la existencia de cualquier no identidad de una otra edad es ya una relativización inaceptable. Algo de esto también hay en la concepción lefortiana del totalitarismo.

En ambos casos la libertad es una libertad que requiere la erradicación, sea de la sociedad que intervendría en mi actividad individual, sea de toda otra edad que relativizaría o relativiza mi personalidad colectiva. En ese sentido pueden encontrar enemigos comunes por decirlo de alguna manera y eso permite que configuren una cierta constelación.

Me parece que en ese tipo de relaciones es donde uno puede ver elementos de por qué se configura el no autoritarismo y el neoliberalismo como constelaciones comunes. Aun cuando el no autoritarismo pueda por momentos adquirir un carácter crítico de ciertas lógicas del neoliberalismo, por ejemplo de las consecuencias del neoliberalismo. Cuando el no autoritarismo adquiere la idea o la figuración de que la inmigración genera una pérdida de trabajo, la competencia por el trabajo, no solo hay un error factual para la mayoría de los países porque no hay tal situación, por lo menos no en la Argentina, sino sobre todo hay un cierto rechazo, por un lado el proceso de desnacionalización que es propio del neoliberalismo y por el otro lado a consecuencias del neoliberalismo que es cierta destrucción de la trama, sobre todo el trabajo asalariado, si entendemos el trabajo asalariado como trabajo en relación de dependencia que cobra un salario con un conjunto de derechos, en el sentido en que Robert Castell lo ha trabajado en distintos libros. Eso es una consecuencia del neoliberalismo contra la cual el no autoritarismo suele expresarse, pero se expresa contra las consecuencias y no contra los procesos que lo ha producido. Entonces uno podría decir, es una expresión que no atenta contra los procesos mismos que han dado lugar a aquello que se está cuestionando.

Y ahí es donde el socialismo democrático podría tener una concepción, una intervención potente en tanto una ración distinta que señale que la desestructuración de la relación salarial proviene de la transformación general de la lógica del capitalismo, que el desafío no es volver a una relación de trabajo en dependencia propia de la década del 60, sino a reconfigurar la economía para dar lugar a nuevas relaciones salariales, a nuevas relaciones  de trabajo, como fue en su momento la protección del trabajador a partir de la emergencia de los sindicatos a fines del largo siglo XIX, inicios del corto siglo XX, en términos de trabajo. Así como eso fue una invención, una generación de algo nuevo que reconfiguró la trama de relaciones sociales, estamos hoy ante un desafío similar producto de las políticas neoliberales que el neo-autoritarismo hasta llega a cuestionar pero no implica trastocar como tampoco lo hace el progresismo neoliberal o el neoliberalismo progresista de figuras como Hillary Clinton o Tony Blair.

 

¿Una de las nociones que más destacás del neoliberalismo como proyecto es la postulación de una promesa: un carácter emancipador aparentemente conducente a posibilidades de realización personal y, por consiguiente, colectivas, transformadoras en relación a un presente opresivo? ¿Qué es lo particularmente atractivo de esta promesa y qué representa realmente en términos de configuración de subjetividades políticas? ¿Cuál dirías que es la letra chica de este contrato hacia algo nuevo o diferente? ¿Considerás que esta promesa tiene puntos ciegos?

 

En efecto, uno de los elementos que más me interesa del neoliberalismo pero también del autoritarismo formalmente democrático, es la presencia ahí de una promesa. Esto tiene que ver en parte con la tradición crítica frankfurtiana de Adorno, Horkheimer, etcétera, en la cual la idea de la promesa contenida en un determinado discurso es fundamental para pensarlo, no sólo por lo que esto indica como horizonte futuro, sino también, porque es en esa promesa, y en la pretensión de que esa promesa se ha cumplido en el presente, en actuar como si esa promesa ya no fuese una promesa, sino una realidad es donde se esconde el punto ciego, por utilizar la terminología de la pregunta o la dimensión ideológica por ser preciso en términos frankfurtianos, de esa misma cosmovisión que contiene una promesa que es también una dimensión ideológica.

Así comienza la dialéctica negativa de Adorno. Entonces, en efecto, el neoliberalismo tiene la promesa de un carácter emancipador que conduciría posibilidades de realización personal y por consiguiente colectivas. Me parece que eso está difuminado. Es decir, la realización personal es el horizonte último en donde no hay una imagen colectiva tan clara: yo diría, el neoliberalismo no tiene una imagen de una sociedad emancipada sino una sociedad de individuos competentes y competitivos, emprendedores si ustedes quieren, capaces de llevar adelante su propio proyecto de vida personal que no necesariamente coincide con un proyecto colectivo sino con la realización de uno que tiene una dimensión fundamental en el trabajo. Pero no se agota meramente en el trabajo, sino que hace de la actividad laboral ya parte de la propia actividad del propio disfrute personal. Esto es más extenso, pero implica una cierta desarticulación del límite clásico del capitalismo de posguerra entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre.

Nosotros seguimos teniendo un poco esa difuminación que en algún punto está puesta en cuestión por el neoliberalismo, para el cual no hay tiempo libre porque no hay tiempo de trabajo: porque todo es un tiempo placentero y no hay meramente un tiempo dedicado a la dependencia al trabajo en relación de dependencia en una oficina en una fábrica lo que fuere, y otro trabajo, otro tiempo de no dependencia o tiempo libre. Esa delimitación es erosionada por el neoliberalismo que ve todo como un trabajo como un tiempo autónomo. Entonces, todo es un tiempo libre porque no se trabaja autónomamente. Así, ¿qué es lo particularmente atractivo de esa promesa y que representa realmente en términos de configuración de políticas?

Lo realmente atractivo, el argumento, es la propuesta efectivamente liberadora que tiene para con un capitalismo de la década de los 50 de los 60 incluso hasta cierto punto de los 70, que generaba por un lado una fuerte relación de dependencia, una fuerte relación rutinaria con el trabajo y un encerrar al individuo en la jaula de hierro burocrática en el sentido weberiano. Todo eran grandes organizaciones burocráticas, pero tal vez más generales.

Uno podría decir, en la jaula de hierro de una rutinización racionalista calculadora de la vida que era justamente lo que desde la izquierda se le critica al capitalismo de los 60. Uno puede pensar en las críticas de Adorno a la industria cultural: son críticas básicamente no contra el individuo, sino a favor de la autonomía del individuo contra su disolución en las lógicas racionales de masas; no las lógicas de una reacción calculadora que disuelve el individuo en la masa. Esto también tiene expresiones culturales muy fuertes, por mencionar una argentina, la película La Fiaca de 1969, con Norma Aleandro y Norman Briski, como la pareja protagonista, es básicamente una crítica a ese capitalismo a la década del 60 que al mismo tiempo que hoy nos resulta atractiva.

Nos tiene que resultar anacrónica porque lo que se cuestiona ahí es tener un trabajo seguro en una oficina por la cual tenés jubilación, etcétera y justamente La Fiaca es el rechazo a ese momento, a esa relación de dependencia en el mundo del trabajo, el rechazo a las ganas de no ir a trabajar son vistas como una recuperación de la propia autonomía del individuo que tiene la libertad de hacer lo que le place en vez de tener que sufrir la rutina burocrática la rutina racionalizada en este caso propio de un trabajo de oficina en la clase. Agregaría El Paraíso, película italiana más o menos de la misma época: es la rutina de la de la empresa. Si bien tiene otros condimentos, no deja de ser contundente el que esa promesa de un trabajo en relación de dependencia que puede haber en una oficina y trabajar 40 horas semanales durante 40 años de tu vida, sigue siendo la promesa que hoy desde el progresismo se le realiza a sectores de la población frente a lo cual, claramente la promesa neoliberal de que vos vas a hacer tu propio jefe, es una promesa sin dudas atractiva, porque ¿quién no querría tener la libertad de ser dueño de sus horarios? ¿De trabajar cuando uno quiere? Esto es lo que Boltanski y Chiapello llaman la crítica artística al capitalismo de la década de los 50 de los 60 de los 70.

Esta es una crítica sentada justamente en recuperar la autonomía del individuo y la capacidad creativa del individuo frente a esta jaula de hierro. En algún punto es artística porque se supone que los artistas tienen esta lógica. Los artistas no tienen tiempo de trabajo y tiempo libre. No fichan para entrar. Para empezar a pintar o a componer. Es un poco la imagen que a su manera también tienen los científicos de su propio trabajo: la idea de que nosotros tenemos o deberíamos tener un autonomía individual y una capacidad creativa en nuestro trabajo.

Esa promesa que a nosotros en algún punto nos seduce. El investigador del CONICET paradójicamente tiene algo así. Pretende tener lo mejor de los dos mundos: la autonomía y el espacio para la autonomía y la creatividad individual junto con la seguridad del trabajo en relación de dependencia que se expresa, por ejemplo, en que nos quejamos de tener que cumplir con la burocracias que exige el CONICET. Son las únicas burocracias que le piden por un trabajo en relación de dependencia. Creo que informar cuando tiene que ser evaluado, etcétera, las quejas arrecian, digamos el único.

El único requisito de cumplimiento que es una muestra de la no autonomía del individuo científico científica en un trabajo en relación de dependencia. Entonces esa es la promesa de unión. El liberalismo, que configura una especie de subjetividad política no política, porque insisto, el eje está en la realización de una vida buena individual, que no necesariamente lleva una vida buena colectiva, entonces ahí hay una cierta desconexión entre ambos ámbitos. La letra chica de ese contrato es que para vos ser tu propio jefe, tenés que ser también tu propio empleado, y un empleado que trabaja en condiciones flexibles, porque a eso se ha llevado la política económica y la política en general de carácter neoliberal.

Entonces el arquetipo, para mí, de eso, es la publicidad de Uber diciéndote que vos podés ser tu propio jefe manejando como chofer de Uber. Podés trabajar cuando vos quieras. La consecuencia es que vos tenés que ser tu propio empleado y un empleado que está dispuesto a trabajar todas las horas que sean necesarias para rentar un salario. Si se te rompe el auto, lo pagas vos, porque vos sos el peón de taxi y el dueño del taxi. Las dos cosas. Si te enfermaste y no saliste a trabajar, no cobras. Etcétera.

Considerando esto, un trabajo con protecciones colectivas, con protecciones públicas, permite garantizar justamente una serie de protecciones frente a esos avatares de la vida. Si estás enfermo no necesariamente perdés los ingresos, etcétera. El neoliberalismo desestructura ambos elementos la burocracia que reutilizaba tu vida, pero también la burocracia que era una instancia de tu protección frente a la lógica del mercado que te brindaban formas de protección de cobertura colectiva y pública expresadas también muy frecuentemente forma burocrática frente a los riesgos de la lógica del mercado.

Entonces el punto ciego es el carácter abstracto de esa promesa. Dicha promesa se presenta como si se pudiese cumplir para un individuo solo aislado para un Robinson Crusoe y no puede pensar la necesidad de entrelazarla o no puede pensar es individuo entrelazado con el conjunto de la sociedad. Entonces el punto ciego es la idea de que esto puede funcionar para todos y no de que puede llegar a funcionar para algunos emprendedores exitosos e individuales, nuevas figuras del hombre que se hace a sí mismo pero que no funciona colectivamente y que en ese no funcionar colectivamente lo que genera es la existencia de un nuevo precarizado.

Si se quiere, un precarizado como el chófer de Uber, y entiendo precarizado no solo que vive en condiciones precarias, sino que no tiene protecciones frente a los avatares, los riesgos de la vida. Esos diría que son los puntos ciegos de la promesa neoliberal que están directamente vinculados a su actuar como si efectivamente estuviese concretada o por lo menos en camino de concreción en una en una lógica neoliberal que en el fondo es no antagonista porque si bien la competencia implica un enfrentamiento entre individuos hay cierta idea de que hay lugar para todos que si todos laburadas hacemos y todos en contra. Nuestra idea nuestro nicho nuestro unicornio efectivamente podríamos realizar una vida buena para el individuo y su familia no, esa sería la idea de fondo.

 

Durante las últimas dos décadas se han anudado dos tendencias. Por un lado, el desarrollo de internet y las redes sociales como esferas de discusión y asociación. Por otro, y a partir del ariete del posfordismo en los modos de explotación, y del neoliberalismo contra el Estado de Bienestar y sus respectivas instituciones y estructuras, el desgaste de principios de identificación social tradicionales que deriva en una crisis de representación política.  Como resultado, se aprecia la erosión de la política y de los partidos tradicionales y la consiguiente irrupción de outsiders con discursos que viran tanto hacia el libertarianismo como a registros antipolíticos e iliberales. ¿Cuál es tu apreciación de este escenario y cómo puede el socialismo democrático presentar una alternativa frente a proyectos semejantes?

 

Por un lado, no estaría tan seguro hablar de una crisis de representación, por lo menos no para todo el período de las últimas dos décadas porque en ese mismo periodo hemos tenido una serie de procesos de construcción de lazos fuertes de lazos muy fuertes representación política y dejarlos de lado, sería un poco perder de vista alguna sus especificidades. pienso en la Bolivia de Evo Morales, pienso en el Brasil de Lula da Silva, pienso en la Argentina de Néstor y Cristina Kirchner, y hasta cierto punto también en el Uruguay del Frente Amplio. En todos los casos hubo fuertes formas de construcción de la representación política en Brasil y en Uruguay sin que eso provenga de una crisis de representación anterior.

Pero sí, generando la avenencia de partidos que antes no habían estado en el Gobierno Nacional, en el frente de un partido de existencia más extensa que había llegado la Intendencia Montevideo, y así hace un tiempo que permanecía ahí pero no había llegado nunca a la Presidencia de la Nación hasta Tabaré Vázquez y por el otro lado de y que generó una fuerte representación en su electorado y por el otro lado la llegada a la presencia de Luis Ignacio Lula da Silva en Brasil, que también genera una fuerte representación que incluso transformó en parte la base de su representación que dejó de ser la base industrial o principalmente la base industrial del sur de Brasil con antonomasia el ABC del estado de San Pablo, para pasar a ser el norte o el noreste de Brasil más específicamente que es un sector de ciudades más pobres.

Entonces lo que se conoce en Brasil como el lulismo es en parte la disolución o más que la disolución, el cambio del lazo, de representación que tenía tradicionalmente el PT hacia una representación más directa con Lula por parte de los sectores, los nordestinos y sin duda en Bolivia y en Argentina se venían de situaciones de fuerte crisis del lazo representación política. En Bolivia, con presidentes que no conseguían perdurar en sus mandatos. En la Argentina, con el estadio del 2001, entre una de las muchas cosas que estallaron fue el lazo de representación política con el “que se vayan todos” y en ambos casos se construyó en modelos de estabilidad política y de un fuerte lazo de representación que en el caso de Bolivia, incluso consiguió culminar un proceso constituyente. Entonces no hablaría tan claramente de una crisis de la representación política. Puedo estar o no estar de acuerdo con esos gobiernos.

Eso es independiente del juicio sociológico acerca de la fuerza de ese lazo de representación para aquellos que se sienten representados, que efectivamente, en muchos casos fueron o primeras minorías o directamente en mayorías cuando no digo directamente mayorías, ese lazo de representación sin duda sólido, tiene que ser puesto en juicio al pensar las transformaciones políticas presentes. En todo caso, no podría pensar cuáles son los lazos de representación que se generan si esos lazos se siguen generando como una identificación partidaria y no pasan a ser identificaciones más personalistas, y habría que discutirse ahí en nuestros países si algún momento hubo una identificación más fuertemente partidaria que una identificación más fuertemente personalista. Es difícil verlo. Tal vez en Uruguay uno lo pueda llegar a encontrar, o hasta cierto punto en Chile.

Eso por un lado. Por otro, en relación con las redes sociales, sin duda, lo que se genera es la existencia de lo que uno podría vincular con minorías intensas que tienen su representación política, que tienen su uso en la representación política y que encuentran en espacios específicos, que las redes sociales facilitan lo que se conoce como nichos para su encuentro y su comunicación, y el refuerzo de microclimas, eso sin duda es una un elemento a tener en cuenta.

Yo creo que para la discusión pública y específicamente para discusión público-política, la consecuencia fundamental de las redes sociales es más bien una aceleración de un proceso antiguo que Benjamin caracteriza con el término de información y más específicamente con el de sensaciones, el sensacionalismo. Es decir que vivimos en una época del sensacionalismo político en la cual lo propio, la información, son tres características o de sensacionalismo que insisto lo agrava, lo radicaliza cuantitativamente si bien no implica un salto cualitativo. Entonces, son tres rasgos: su brevedad, su novedad y su carácter comprensible. Tiene que ser algo novedoso si se quiere porque es justamente parte lo que genera su impacto y lo nuevo envejece rápido.

Es un poco esta idea de que el diario de ayer solo nos sirve hoy reciclándolo para alguna tarea doméstica (envolver un adorno frágil), entonces esa novedad permanente implica que aquello que se está informando de esa manera tiene que ser  breve, pues tiene una existencia breve. O sea, no puede tener una no puede pretender a tener una existencia de largo, plazo y justamente por esa brevedad, ha de ser comprensible de suyo, no requiere mucha explicación no requiere un largo proceso entender de que se está hablando, pues se requería de un largo proceso. No podría ser breve: si fuese breve no podría ser constantemente novedosa.

La idea que está detrás es la lógica de la moda o la temporalidad de la moda, vinculada a la difusión de contenidos culturales y en nuestro caso, de contenidos de la cultura política. Eso genera que nuestra discusión público política sea cada vez más sensacionalista: se discuten pequeñas cositas de fuerte impacto político que duran muy poco en la agenda. Cualquiera de esas funciones dura muy poco en la agenda. Parecen destinadas a ser un tweet auto explicativo, como si todo fuese no un hilo de Twitch. Entonces eso favorece no necesariamente la emergencia de figuras sensacionalistas que saben jugar ese juego del sensacionalismo y que entonces pueden vencer a figuras más establecidas sean estas figuras que venían participando de la política y siendo figuras relevantes, por lo menos en sus estados de las políticas como en el caso Bolsonaro, después de ser uno de los diputados más votados en el estado Río de Janeiro durante décadas.

Pues sería sesgar la discusión. Entonces no es un outsider, pero sí es un gran político sensacionalista para bien o para mal. Sin duda es una figura política que sabe aprovechar lo que interpreta el espíritu sensacionalista de su tiempo. En la Argentina sin duda lo es Milei u otras figuras que pareciesen explicarte cualquier cosa compleja en dos líneas, por supuesto a nivel de una simplificación gravísima que es tal vez el mayor problema que tiene la discusión pública-política actual y que es uno de los desafíos más grandes que desde otras formas de pensar la política no nos enfrentamos.

Porque implica una verdadera transformación cultural a la hora de revolución cultural, qué quiere decir con esto por momentos nosotros discutimos con más conocimiento técnico si se quiere, y con mayor profundidad, si estuvo bien sacarlo a Ángel Di María o no, en el momento en que se lo sacó en la final contra Francia que cualquiera de las de las últimas noticias de grave consecuencias institucionales que ha tenido en la Argentina las resoluciones de la Corte Suprema sobre el Consejo de la Magistratura sobre la coparticipación y demás. Todo eso es discutido con menos conocimiento técnico de la especificidad que amerita y con menos rigurosidad, con menos paciencia, hacia la complejidad y la dificultad de lo que estaría en juego. Saber un poco de política es también un desafío para aquellos que pensamos que la democracia implica que el ciudadano esté educado por decirlo ser argentinamente. Entonces creo que hice es tal vez la principal consecuencia de las redes sociales, que no es novedosa insisto es un agravamiento en un cierto sentido de una consecuencia anterior que erosiona la discusión público política y eso por supuesto puede erosionar la representatividad política de ciertos sectores.

Insisto con esta entonces la irrupción de los outsiders, a mí me parece, está muy vinculada, justamente a eso, a que nada perdura en el tiempo y nada puede ser seriamente discutido. Entonces cuando alguien te dice que la culpa de todo es que no hicimos tal o cual cosa y todo se resuelve de una manera sencilla la discusión compleja de eso parece quedar fuera de lugar. Si uno necesita una exposición de media hora para responder a lo que el otro resuelve en un tuit de 140 caracteres uno en tiempos de sensacionalismo está en desventaja. Lo cual no quiere decir que este abogando por una por un socialismo democrático sensacionalista sino por tomar eso en cuenta como parte de los desafíos para una batalla en el terreno de la lucha de la cultura política.

Y creo que el socialismo democrático puede presentar una alternativa frente a esos proyectos por su capacidad de brindar o en tanto desarrollo concrete una capacidad de narrar de una manera distinta el contexto actual. Yo creo que mucho de la emergencia de los gobiernos, libertarios y antipolíticos tienen que ver con la promesa, no ya del neoliberalismo como se discutía en el en el en la pregunta anterior, sino con la promesa neo autoritaria, de que en estos tiempos de incertidumbre podríamos decirlo con Durkheim en estos tiempos de anomia, si el neoliberalismo es una vuelta de algunos rasgos o que evoca un retorno al liberalismo del siglo XIX la consecuencia sociológica, el liberalismo del siglo XIX es la anomia durkheimniana, y si estamos hoy en una nueva situación de anomia y de incertidumbre la promesa de la autoritarismo, es la promesa de norma y certidumbre. De una ubicación de frente a esto que no sabemos dónde estamos parados, para dónde vamos, qué futuro podemos tener prometernos un futuro claro y concreto siempre y cuando hagamos esto, y sobre todo, ataquemos, agredamos, a aquellos otros que son los que imposibilitan el futuro feliz o el presente feliz que el autoritarismo promete.

Entonces, si esa es la promesa, que para mí es parte de su éxito mucho más que una crisis de representación, yo creo que es una crisis del sentido diría, de representación, no en el sentido de la representación, sino en el sentido lefortiano de cómo ponemos en escena a la sociedad y como la sociedad sí misma en escena y es por eso crisis de representación, entonces, de lo que se requiere, es de una nueva forma de representar a la sociedad: de que la sociedad se pueda ver a sí misma, y el socialismo democrático, a diferencia de otras formulaciones de la democracia que dejan de lado al neoliberalismo, a las consecuencias del liberalismo, pero también a la cultura neoliberal y demás frente a esas otras formas de democracia, puede construir una forma de articulación o puede constituirse en una narración que genere certidumbre acerca del presente y del futuro a partir de herramientas otras de esa configuración tanto como nuestro futuro herramientas que como decían en un momento anterior giran para mí no exclusivamente, pero sí muy principalmente en torno a una revitalización del lugar de lo público combatiendo el capital.

Combatiendo el capital, lo digo no solo en referencia a la marcha peronista, pero en tono de humoradas, y se quiere la marcha peronista, a un peronismo que no combate al capital, sino que defiende al capitalismo en cualquiera de sus expresiones y que hacen gala de eso combatiendo el capital tanto en el sentido de la tradición marxiana de concepción del capital como en el sentido burdeciano en el sentido en que pierde entienda la noción de capital que es la base de su dominación simbólica, no?

Entonces la presencia de lo público puede combatir al capital en ambos sentidos del término y puede así generar una situación que yo entendería como un avance de la democracia en el conjunto de las relaciones sociales que permitan pensar una configuración distinta de nuestro ser juntos humanos y solo si podemos representar proponer una visión lo que yo llamaré una narración en un sentido benjaminiano del término de nuestro alternativa de nuestro ser juntos humanos es que podemos efectivamente combatir a los regiones antipolíticos e iliberales: señalarlos meramente como antidemocráticos y pensar que porque nosotros somos los democráticos le estamos ganando es un error que asume nuevamente un cierto idealismo intelectualista que asume que meramente la efectividad de las ideas políticas escritas se traduce en la efectividad de la cultura política de la vida cotidiana de la gente de a pie. Me parece que el desafío para una sociología de la cultura para una crítica de la cultura que una radicalización de la democracia es proponer una configuración de relaciones sociales distinta: esa configuración de relaciones sociales es la que puede ameritar el nombre de socialismo.

 

Uno de los fenómenos globales más destacados en la conformación de plataformas y candidaturas electorales en el presente se manifiesta en la nítida polarización del voto entre opciones que devienen, al menos superficialmente, dicotómicas. La lógica de la oposición entre dos grandes proyectos de construcción política se evidencian en América Latina. ¿Cómo interpretas la tensión democracia-autoritarismos-neoliberalismo en América Latina, por ejemplo, a partir de las últimas elecciones en Brasil, y en particular en el proceso político argentino?

 

Sobre el carácter global de esa tendencia a la polarización del voto o a opciones que debían al menos parcialmente económicas, me parece que es un fenómeno acrecentado sobre todo en nuestra América del Sur, hasta cierto punto y en algún sentido en Estados Unidos, y si bien el carácter bipartidista de Estados Unidos es más tradicional, entonces tampoco sería tan clara la idea de que ahí hay una dicotomía. Hay sin duda una radicalización de las opciones, por lo menos republicanas en el trumpismo y demás. No estoy tan seguro de que se pueda hablar exactamente de lo mismo en el caso europeo. Digamos, en el conjunto de los casos europeos, no estoy tan seguro que en España se haya dado una dicotomización tan fuerte aún cuando se hayan armado coaliciones de gobierno: no parece que ni el PP y VOX se vuelvan un único partido, ni Podemos ni el PSOE se vuelvan único partido. No parece ser tampoco la situación en Alemania que no parece haber tenido trastocamientos políticos tan significativos y bien tiene la emergencia de una extrema derecha hace ya una década o dos no parece ser tampoco el caso en Italia en donde la fragmentación política ha sido más.

un signo de su sistema parlamentario a lo largo del tiempo En Gran Bretaña pasa algo parecido que Estados Unidos y si bien no es estrictamente un sistema bipartidista, tiende a predominar el bipartidismo, entonces tampoco estaría tan claro para mí ahí el sistema de la lógica de polarización por mencionar sólo algunos países. Entonces habría que tener en claro, ¿de cuáles fenómenos estamos hablando? Me parece que eso tiene sin duda más relevancia para pensar la región, digamos, Sudamérica. Incluso en el caso mexicano tampoco estoy tan seguro que se puede hablar de una dicotomización en el sentido tan fuerte.

Por un lado, me parece que lo nuevo es no tanto la dicotomización, si bien, eso efectivamente acontece en algunos países, sino cómo uno de esos polos de la dicotomización es expresado por lo que denominé como autoritarismo formalmente democrático, por la emergencia de actores que se presentan como democráticos y que aspiran a llegar a través de las elecciones al gobierno, a la vez que lo hacen apoyándose en discursos fuertemente autoritarios que implican la erosión, cuando no directamente el quiebre y el rechazo de uno de los pilares de la sociabilidad democrática como es el pluralismo. Entonces, esa me parece que es una de las novedades, no tanto o no únicamente la dicotomización, sino cómo esa dicotomización puede erosionar o quebrar la sociabilidad democrática.

Pero esto puede suceder no proviniendo desde fuera de la propia configuración democrática, como era el ejercicio del autoritarismo por parte de la corporación militar que venía de fuera de la lógica democrática, sino realizado desde dentro de la democracia. La metáfora bélica debe ser erradicada, pero apelando a uno de los de los pilares en los que la democracia más claramente se sostiene, que es el acto eleccionario, el acto publicitario, entonces me parece que ahí está la novedad: eso en Brasil se produjo no sólo con el ascenso del bolsonarismo, sino ya antes con el gobierno de Temer, pero adquirió ribetes singularmente graves con el ascenso del bolsonarismo a la Presidencia de la Nación.

Desde mi punto de vista, este fenómeno se produjo por una serie de acontecimientos que son muy singulares de Brasil, incluso en la región Brasil no tiene fuertes tradiciones partidarias: el Congreso brasileño está dividido en una multiplicidad de partidos, a la vez muchos de los integrantes de distintas agrupaciones políticas no integran la banca del PCB o la banca del PC o la banca del PT, sino que integran bancas transpartidarias que están identificadas con temas de interés particular; lo que nosotros llamamos a veces como esos elementos que interesan a una minoría y que a partir de eso funden su representación. Entonces está la bancada evangélica, está bancada de “la bala”, que defiende las cuestiones vinculadas al uso de armas y al crecimiento de las armas, la bancada de la Biblia, la bancada del agro-negocio, y esas bancadas atraviesan en algún punto a distintos partidos ninguno de los cuales es muy numeroso.

La Cámara de Diputados en Brasil tiene 500 y tantos diputados ningún partido tiene 100. Ningún partido tiene un quinto de la representación de Diputados, cosa que en la Argentina no acontece: acá en general las dos bancadas o interbloques preponderantes concentran el 70% u 80%. Habría que profundizar en cómo se toman a los partidos aliados y partidos provinciales en la representación política en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores. Pero, en principio, quiero decir que en Brasil el bolsonarismo sucedió, por un lado, por una lógica institucional muy singular que es propia de Brasil. Me refiero a la conformación de un proceso de deslegitimación de la presencia de una Rousseff concomitantemente del PT vinculado a causas de corrupción y consecuentemente, a una persecución.

Última, no la única, pero si la más contundente de estas razones, fue el encarcelamiento del que era el principal contendiente devocional en las elecciones de ese momento que es Luis Ignacio “Lula” da Silva, luego encontrado completamente inocente. A punto tal de que se torna, Lula, en el actual presidente electo de Brasil: por la legislación de “ficha limpia” que hay en Brasil, si hubiese sido culpable, no hubiese podido ni siquiera presentarse nuevamente.

Entonces en Brasil ese conjunto de particularidades signan una lógica más singular del país junto con una menor presencia de movilización colectiva. Argentina es singular en su tendencia a movilizarse colectivamente, de un lado, del otro, desde el agro-negocio que corta rutas o de los movimientos sociales que cortan rutas, o lo que fuere, reclamando alimentos, mientras que el agro-negocio reclama la baja a las retenciones. Ahí hay un conjunto de particularidades a no ser perdidas de vista. Considero que la consecuencia más grande del neoliberalismo es su efectivo triunfo: su efectiva idea de que no se discuten más allá de los límites del capitalismo y del neoliberalismo.

Digo específicamente de los sectores progresistas en el caso de la Argentina, desde el Frente de Todos a expresiones minoritarias más progresistas, pero que con cierto caudal de votos, desde el Frente de Todos, y que ese triunfo en el liberalismo genera efectivamente un contexto de incertidumbre: un contexto de anomia en donde la representación política, no tan claramente la representación política, no encuentra canales tan claros de cara para canalizarse, en la medida en que no brinda tampoco la manera normal de dar las respuestas a los problemas de la vida cotidiana de la gente. Yo diría en términos un poco más generales, un horizonte cultural en el cual escribir el propio proyecto de vida. Un horizonte cultural colectivo, en el cual escribir el propio proyecto de vida y viceversa, un proyecto de vida que se torne significativo dentro de ese horizonte cultural colectivo. Me parece que ese es el desafío que tiene en general cualquier perspectiva ante autoritaria y profundamente democrática en nuestro presente: brindar esa narración democrática.

Una alternativa democrática frente a la imagen de que no hay alternativa debe ser alternativa al neoliberalismo y al capitalismo en general y me parece que en la medida en que se falle en avanzar por ese sendero, de un socialismo democrático, se falle por profundizar lo que expresaba Sanders en su momento en Estados Unidos, etcétera. En la medida en que se falle por avanzar en ese camino se deja el campo libre para formas de autoritarismo que pueden hacer constelación con el liberalismo. Siempre está el riesgo de autoritarismos como posibilidad, como problema, o amenaza, que en su momento se la veía no tanto al lulismo pero sí a en algún punto sobrevolando, como hace un momento se argumentaba sobre los gobiernos de Tabaré también, que generaban sobre todo un lazo personal de representación.

En ese lazo personal de representación desestructuraban la participación a través de partidos políticos. Eso podía devenir en no estrictamente hablando autoritarismo, pero sí personalismos. En la actualidad las prácticas del odio que se expresan de forma violenta y agresiva provienen de las formas de autoritarismo iliberal: la forma de autoritarismo que hacen sentido o que se articulan de una u otra manera con el neoliberalismo, no aquellos que procuran una especie de domesticación del neoliberalismo, si es que tal cosa fuese posible, si no yo diría que desde un socialismo democrático lo que uno tendría que aspirar es no a la domesticación del neoliberalismo sino a la desarticulación de la lógica capitalista en su faceta neoliberal, como en cualquier otra faceta, creo que eso es una amenaza que se cierne sobre la región.

Creo que la Argentina enfrenta la amenaza de la desarticulación del edificio democrático haciéndolo implosionar desde dentro por actores que se presentan a sí mismos como respetuosos del principio eleccionario como principio básico de la democracia. Me parece que eso es una amenaza particularmente cruenta. Creo que la otra amenaza que a nosotros, pensadores de lo político y la cultura política, nos cuesta más tematizar, es lo que llamaría un cierto desequilibrio en el sistema de check and balance entre los tres poderes. Este desequilibrio genera que el Poder Judicial sea susceptible de ser menos chequeado y controlado tanto por los otros dos poderes como por la ciudadanía: porque sus cargos al ser vitalicios no están sujetos al escrutinio periódico de la ciudadanía como si pasa con los cargos del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo, que están sujetos a un escrutinio periódico por parte de la ciudadanía, sino que los actos de gobierno del Poder Judicial no son tan fácilmente controlables por los otros dos poderes del Estado. Vamos a un decreto. Puede no ser vuelto ley por el Poder Legislativo o declarado inconstitucional por el Poder Judicial. Una ley puede ser vetada por el Poder Ejecutivo o declarado inconstitucional por el Poder Judicial, pero una sentencia judicial como es rechazada o anulada o puesta en cuestión o controlada por los otros dos poderes, y ese vacío genera que frente a la situación del debate y de la deliberación pública democrática, el Poder Judicial tenga la última palabra tenga la decisión.

Sobre qué se decide, uno podría decir que soberano no es quien decide en un contexto de incertidumbre, sino que soberano es quien decide sobre cuál es la decisión válida o la de cuál es aquel que consigue imponer su decisión sobre las demás decisiones en ese contexto de incertidumbre y en la articulación actual del Estado democrático y republicano, si se quiere de derecho en la Argentina, el Poder Judicial siempre tuvo la potencialidad de volverse un poder descontrolado en el sentido de que escape tanto el control del escrutinio ciudadano como a la accountability. Si gustan decirlo en la terminología del famoso trabajo de O'Donnell sobre democracia negativa, escapa tanto la accountability vertical de la ciudadanía, como la horizontal por parte de los otros poderes. Se trata de un poder potencialmente descontrolado por la lógica institucional, que hoy está realizando las consecuencias de control, se está presentando a sí mismo como un poder descontrolado, pero que eso también es una amenaza: no estrictamente autoritaria en el sentido de agredir al otro, pero si es claramente hacia la posibilidad de una vida público-democrática como configuración fundamental del ser juntos humanos.

 

 

UNIDAD SOCIOLÓGICA - PUBLICACIÓN CUATRIMESTRAL (FEBRERO-MAYO, JUNIO-SEPTIEMBRE, OCTUBRE-ENERO) - ISSN 2362-1850 - CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES.

www.unidadsociologica.com.ar